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Cataluña rompe la baraja

11 de septiembre de 2013

En la cadena humana denominada ‘Vía catalana hacia la independencia‘, organizada por la plataforma Asamblea Nacional de Catalunya (#diadaindependencia), los asistentes se pasaban un jamón de cartón-piedra que decía: «Llévame a El Pertus [el pueblo francés, o de la Catalunya Nord según los nacionalistas catalanes, fronterizo con La Jonquera], demuestra que no somos unos chorizos«. Es una anécdota que muestra las simulaciones y ocultaciones de tanto aparato, pero nada podrá ocultar los recurrentes y bochornosos casos de corrupción protagonizados por el nacionalismo catalán.

2013-06-30 20.12.12-2

«Guerra de banderas» en una comunidad de vecinos de Barcelona. Arriba la constitucional de España, abajo un versión de «la estelada» de los independentistas catalanes (concretamente la que desde hace años promovía ERC, actualmente relegada por la de la estrella azul «apartidista»)

De todos modos, y a pesar de esas manipulaciones y/o falsedades (la de «Espanya ens roba» o «els espanyolistes ens insulten» son algunas de las más lamentables), lo realmente importante es la voluntad mayoritaria de los catalanes y me parece que esta se ha vuelto a manifestar de manera clara e incontrovertible. Podemos seguir haciéndonos daño mutuamente, pero no le veo ni la utilidad ni la conveniencia: eso sólo beneficia a los demagogos profesionales de uno y otro bando que, al contrario de lo que dicen, no defienden el interés común sino que agreden con él para beneficiarse personal o partidistamente de las reacciones que consiguen provocar.

Yo no le auguro un gran futuro ni a esta Catalunya ni a esta España que vierten sus miserias, frustraciones, rencores y responsabilidades sobre sus vecinos, que se muestran y demuestran incapaces de reconocerse y autocriticarse. Sólo me cabe la esperanza de que esta crisis, como ya ha ocurrido en otras anteriores, haga surgir las soluciones innovadoras de la creatividad colectiva y los líderes constructivos que permitan articularlas. Yo nunca me he envuelto en banderas y no voy a comenzar a hacerlo a estas alturas. No sólo desconfío de un hipotético estado catalán tanto como he desconfiado siempre del español, sino que comienzo a distanciarme y desvincularme emocionalmente de mis conciudadanos, tan sensibleros en materia nacional y tan insensibles en la social.